
Los textos de “Crónicas de Motel” [el libro al que pertenece el cuento que hoy recomiendo] invitan a reflexionar sobre el cruce de géneros. Uno piensa en crónicas y de inmediato llueven como claves de un denominador común los nombres de Truman Capote, Hunter Tompson, Martín Caparrós, Leila Guerriero y Ryszard Kapuscinski, por nombrar sólo algunos de los exponentes más representativos de esta vertiente del periodismo. En este caso, Shepard parece ir un paso más hacia adelante, apropiándose de ciertos mecanismos de la crónica -pero sobre todo del cuento- para plasmar primero una suerte de híbrido (ni crónicas ni cuentos; los dos a la vez) y después una hoja de ruta de lo que parece haber sido un tramo de su vida hacia finales de los setentas y principios de los ochentas.