Caprichos florentinos

 

Caprichos florentinos
Zidane y Florentino Pérez. Fuente de la imagen

El último capricho florentino ha durado siete meses y un día. En este tiempo el prestigio de Rafa Benítez no se ha dilapidado, pero sí mermado. Hablamos de un entrenador que, para empezar, no debería haber venido al club blanco. Benítez era el tercero en discordia en una relación que marchaba viento en popa: la de Ancelotti con el Real Madrid. El míster italiano gustaba a los jugadores, a los periodistas y a los aficionados, que le habríamos perdonado un año sin títulos. Pero Florentino Pérez, en su papel de alcahueta, decidió formalizar un triángulo amoroso e introdujo en él a un pretendiente que solo contaba con una bendición: la suya.

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La inquina de Mou

 

Mourinho, fútbol, Iker Casillas
José Mourinho. Fuente de la imagen

Mou ha afirmado en una entrevista concedida a The Guardian que “es increíble el sueldo de Iker Casillas en el Oporto”. Estas declaraciones no ayudan a esclarecer el origen de la inquina que el portugués le profesa al mejor portero de la Historia del fútbol español, pero al menos sabemos que esa inquina no tiene fecha de caducidad.

Lo más sangrante de la enésima bofetada del técnico portugués es que ponga al madrileño como ejemplo de lo inflado que está el mercado futbolístico portugués y olvide que él mismo es –o ha sido– el técnico mejor pagado del planeta. Mou ve la paja en el ojo ajeno, pero no ve la viga en el suyo.

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El regreso de Raúl

Veni, vidi, vinci, y el estadio lo celebró. En los últimos años hemos visto muchos goles en el Bernabéu; el jueves vimos que tras esos goles hay al menos un madridista de verdad, un jugador de raza que disfruta en el campo como un niño y nos hace disfrutar como tales. Raúl le quitó el 7 a Cristiano Ronaldo, en mi opinión uno de los cuatro o cinco mejores futbolistas de toda la Historia. Pero en cuanto a madridismo, Raúl le saca ventaja: al portugués lo compramos, mientras que al primero lo hicimos. La tristeza endémica de Cristiano quedó eclipsada la pasada noche por la alegría blanca de Raúl, feliz de regresar, aunque solo fuera por una noche, a un césped que regó con sus goles durante dieciséis años.