
En un subcapítulo de El oficio de escribir, Guillermo Díaz-Plaja analiza la dualidad entre el cultivo del cuerpo y el de la mente. En su opinión, solo cuando alcancemos la armonía entre ambos, podremos pensar que el Renacimiento ha llegado.
Para profundizar en sus reflexiones culturales y sociológicas, Díaz-Plaja regresa a tiempos pretéritos para rescatar al hombre de armas, que por lo general –el caso de Garcilaso aparte– no era afecto a las letras, para luego regresar al momento en que fue publicado el libro, en 1969, cuando ese hombre de armas tendría su representación en el deportista.