Guy de Maupassant. Fuente de la imagen
El lector de los cuentos de Maupassant puede preguntarse cómo es posible que un autor cuya mayor parte de su obra se encuentra exactamente definida y enmarcada en la corriente realista-naturalista, muy lejos de la literatura fantástica, acabara convirtiéndose en el más destacado escritor de literatura de terror de su país, como lo atestiguan los llamados “relatos del miedo y de la angustia”; así “El Horla” -uno de los más escalofriantes cuentos que se hayan escrito sobre la introspección de la locura terrorífica-, “La muerta”, “El miedo”, “El albergue” o “La noche”. La explicación está en la progresiva y tormentosa locura que, debida a la sífilis, sufrió en los últimos años de su vida. En relatos como los citados supo dar forma a las pesadillas más recónditas de su mente enferma. En palabras de Rafael Llopis, “el terror que en ellos expresa es un terror personal e intransferible que nace en su alma enferma como presagio de su propia desintegración, y esos cuentos no eran sino un intento de sublimar ese terror, de conjurarlo expresándolo, de librarse de él haciéndolo arte”.
Miguel Díez R.

LA NOCHE
Guy de Maupassant (Francia, 1850-1893)
(cuento)
Amo la noche con pasión. La amo, como uno ama a su país o a su amante, con un amor instintivo, profundo, invencible. La amo con todos mis sentidos, con mis ojos que la ven, con mi olfato que la respira, con mis oídos, que escuchan su silencio, con toda mi carne que las tinieblas acarician. Las alondras cantan al sol, en el aire azul, en el aire caliente, en el aire ligero de la mañana clara. El búho huye en la noche, sombra negra que atraviesa el espacio negro, y alegre, embriagado por la negra inmensidad, lanza su grito vibrante y siniestro.
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