La casa vieja | Cuento infantil de Hans Christian Andersen

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Todas las otras casas de la calle eran nuevas y bonitas. Se veía que nada querían tener en común con la vieja, y seguramente pensaban:

“Hasta cuándo seguirá este viejo armatoste, para vergüenza de la calle? Además, el balcón sobresale de tal modo que desde nuestras ventanas nadie puede ver lo que pasa allí. La escalera es ancha como la de un palacio y alta como la de un campanario. La barandilla de hierro parece la puerta de un panteón, y además tiene pomos de latón. ¡Se habrá visto!”.

Cuento infantil de Hans Christian Andersen: Es la pura verdad

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–¡Es un caso espantoso! –exclamó una gallina del extremo opuesto del pueblo, donde el hecho no había sucedido–. ¡Ha pasado algo espantoso en el gallinero de allá! Lo que es esta noche, no duermo sola. Menos mal que somos tantas.

Y les contó el caso, y a las demás gallinas se les erizaron las plumas, y al gallo se le cayó la cresta. ¡Es la pura verdad!

Pero empecemos por el principio, pues la cosa sucedió en un gallinero del otro extremo del pueblo. Se ponía el sol, y las gallinas se subían a su percha; una de ellas, blanca y paticorta, ponía sus huevos con toda regularidad y era una gallina de lo más respetable. Una vez en su percha, se dedicó a asearse con el pico, y en la operación perdió una pluma.

El patito feo, un cuento recogido por Andersen

«El patito feo» fue publicado por primera vez en 1844 por Hans Christian Andersen en su libro Nueve cuentos (Den grimme ælling era su título en danés),  Es una historia cargada de valores que narra la dura vida, desde su nacimiento, de un patito al que todos despreciaban porque era grande y feo.

Este patito feo sufría lo que hoy, con un lenguaje moderno influido por la cultura anglosajona, denominaríamos bullying. No era ni mejor ni peor que el resto de sus compañeros: era simplemente feo, lo cual suponía un estigma en una sociedad (sea de patos u humana) que prima la belleza y castiga la fealdad y todo aquello que se aparte del canon de respetabilidad. 

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Cuento infantil: La pequeña cerillera

Conocemos este cuento de Hans Christian Andersen  con diversos nombres: «La pequeña cerillera», «La vendedora de fósforos», «La noche de Anita» o simplemente «La cerillera». Su título original (en danés) es Den lille Pige med Svovlstikkerne.

Aun siendo un cuento para niños, «La pequeña cerillera» es una historia triste que narra la adversidad de una niña que se dedica -con poca suerte- a vender fósforos la última noche del año. Ella siente hambre y frío, y en casa no le espera sino más frío y más hambre… y un padre cruel. 

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Cuento infantil de Hans Christian Andersen: Buen humor

Mi padre me dejó en herencia el mejor bien que se pueda imaginar: el buen humor. Y, ¿quién era mi padre? Claro que nada tiene esto que ver con el humor. Era vivaracho y corpulento, gordo y rechoncho, y tanto su exterior como su interior estaban en total contradicción con su oficio. Y, ¿cuál era su oficio, su posición en la sociedad? Si esto tuviera que escribirse e imprimirse al principio de un libro, es probable que muchos lectores lo dejaran de lado, diciendo: «Todo esto parece muy penoso; son temas de los que prefiero no oír hablar».

Cuento de Hans Christian Andersen: Algo

cuento de Hans Christian Andersen
Hans Christian Andersen

–¡Quiero ser algo! –decía el mayor de cinco hermanos–. Quiero servir de algo en este mundo. Si ocupo un puesto, por modesto que sea, que sirva a mis semejantes, seré algo. Los hombres necesitan ladrillos. Pues bien, si yo los fabrico, haré algo real y positivo.

–Sí, pero eso es muy poca cosa –replicó el segundo hermano–. Tu ambición es muy humilde: es trabajo de peón, que una máquina puede hacer. No, más vale ser albañil. Eso sí es algo, y yo quiero serlo. Es un verdadero oficio. Quien lo profesa es admitido en el gremio y se convierte en ciudadano, con su bandera propia y su casa gremial. Si todo marcha bien, podré tener oficiales, me llamarán maestro, y mi mujer será la señora patrona. A eso llamo yo ser algo.

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Cuento de terror de John Collier: El cazador (o Una pócima para el amor)

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El autor del cuento «El cazador» es John Collier, quien nació el 3 de mayo de 1901 en Londres y falleció el 6 de abril de 1980 en Los Ángeles. En 1935 dejó Inglaterra y se instaló en Hollywood, donde trabajó como guionista para el cine y la televisión. Sus padres fueron John George y Emely Mary. Su única hermana se llamaba Kathleen. El padre fue uno de 17 hermanos. No estudió por escasez de recursos. Fue llavero o portero. Vivió en la pobreza junto a su familia. De esta forma sus hijos John y Kathleen fueron instruidos en casa por su tío Vincent Collier, un desconocido escritor aficionado que le contagió al pequeño John el gusto por la lectura. Empezó a leer a los tres años los cuentos de Hans Christian Andersen. Más tarde a Jonathan Swift, considerado por él como uno de sus referentes. “El Paraíso perdido” le dejó una honda huella de influencia. “Quiero ser poeta” le dijo John a su padre a  los 18 años. Desde entonces vivió diez años a pan y agua, con dos libras a la semana. Fue corresponsal literario de un diario japonés. Nunca fue a la universidad y vagabundeaba en los cafés y exposiciones. En 1936 se casó casi en secreto con la actriz Shirley Palmer. Resultó un fracaso. Pronto se divorciaron y en 1945 Collier se casó con Margaret Elizabeth Eke. Estuvieron juntos diez años. En 1955 se divorciaron y John contrajo nupcias con Harriet Hess Collier. Con ella tuvo un hijo, John G. S. Collier, nacido en Niza, el 18  de mayo de 1958.

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Cuento infantil de Hans Christian Andersen: La princesa y el guisante

Hace muchísimo tiempo, había un príncipe que buscaba esposa. Tenía menudo problema el joven, pues deseaba casarse con una princesa auténtica. Recorrió el mundo entero y conoció a muchas princesas, pero todas ellas tenían algún aspecto sospechoso que le impedía saber si eran verdaderas. Por tanto, se dio por vencido y retornó a su reino.

Cierta noche en que una tormenta terrible arreciaba, sintieron que alguien golpeaba en el castillo. Cuando el sirviente regresó, lo acompañaba una joven empapada que aseguraba ser una princesa.

Cuento corto infantil: «La sirenita», de Hans Christian Andersen

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La sirenita. Ilustración de Anne Anderson. Fuente de la imagen

 LA SIRENITA

(cuento corto infantil)

Hans Christian Andersen

En el fondo del más azul de los océanos había un maravilloso palacio en el cual habitaba el Rey del Mar, un viejo y sabio tritón que tenía una abundante barba blanca. Vivía en esta espléndida mansión de coral multicolor y de conchas preciosas, junto a sus hijas, cinco bellísimas sirenas.

La Sirenita, la más joven, además de ser la más bella poseía una voz maravillosa; cuando cantaba acompañándose con el arpa, los peces acudían de todas partes para escucharla, las conchas se abrían, mostrando sus perlas, y las medusas al oírla dejaban de flotar.

La pequeña sirena casi siempre estaba cantando, y cada vez que lo hacía levantaba la vista buscando la débil luz del sol, que a duras penas se filtraba a través de las aguas profundas.

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