Ligué una vez con una chica muy fea. No sé como ocurrió… Bueno, sí lo sé… recuerdo que vino hasta mí y me dijo: «Llevo un tiempo observándote, creo que me gustas. Soy fea, y algo intelectual, por eso no gusto a los hombres, supongo. Aun así, me atrevo a pedirte que pases la noche conmigo… Podríamos pasear y hablar de libros».
Salimos de aquella agobiante discoteca de ninfas presumidas y nos dirigimos hacia el paseo marítimo, su brazo aferrado al mío.