Algunos de mis mejores amigos, sabedores de que bajo mi coraza de hombre existencialista hay un gran amante del humor, suelen enviarme gamberradas al móvil, algunas de ellas muy divertidas. Cuando se trata de texto puro y duro, a falta de un título revelador –los MSN o los wasaps son parcos en cuanto a edición–, nunca sé que voy a leer.
Hoy, por ejemplo, me han enviado un texto que ha conseguido “engañarme”. Cuando lo empecé a leer me pregunté: ¿esto es una queja?, ¿una historia real?, ¿un chiste?, ¿una advertencia climática?