Microrrelato de Ignacio Ferrando: El hormiguero
Es bien sencillo.
De pequeño me gustaba jugar en los hormigueros. Con un palito, iba desmoronando el cráter de arena que a ellas tanto trabajo les había costado hacer. Me gustaba verlas correr despavoridas, sin rumbo, desorientadas, encontrándose las unas a las otras en medio del pánico, arrebatándose los últimos vestigios de la debacle que mi palito y yo habíamos originado. Luego, de un puntapié, el hormiguero salía volando y quedaban al descubierto las infinitas galerías, las pequeñas ciudades subterráneas que, con tanto ahínco y tesón, habían escarbado las hormigas durante el invierno.