
Cuento de István Örkeny: Sin perdón
Les di veinte forintos a los dos enfermeros que lo colocaron en la camilla y lo bajaron a la ambulancia. También en la clínica di veinte a cada una de las enfermeras, a la diurna y a la de noche, y les pedí que lo cuidaran. Dijeron que no me preocupara, que ellas cada media hora se iban a asomar a verlo, aunque por suerte el paciente no estaba inconsciente. Al día siguiente era domingo, así que pude ir a visitarlo. Seguía estando consciente, pero ya casi no hablaba. Por el paciente de la otra cama mee enteré de que las enfermeras no aparecieron ni una sola vez, lo cual no era de extrañar, porque entre las dos tenían que atender a ciento sesenta enfermos. Los médicos tampoco lo habían examinado: dijeron que el lunes lo revisarían en detalle. Eso siempre es así, dijo el vecino, cuando el enfermo ingresa el sábado al mediodía.