Los mejores 1001 cuentos literarios de la Historia: «Las pruebas», de Jacques Sternberg
Primero y principal, conviene desconfiar de los objetos. En especial, de los objetos perdidos.
No recoger ningún objeto tirado en la calle ni en cualquier otro lugar público.
En esos casos, se corre siempre el riesgo de que aparezcan los delegados, quienes al mismo tiempo hacen de testigos y ejecutores para arrastrar al sospechoso hasta las puertas de cualquier acusación.