
El autor a veces nos remueve con ruidos y nos azota con colores marrones y castaños, que nos recuerdan al tono sepia fotográfico del pasado. La mirada desde la niñez más inocente hasta los días presentes que fluyen como una decadencia inexorable de la vida donde la poesía es mostrada como vehículo para transitar, con ritmo pausado a veces, o fatídicamente veloz en otros momentos.
«Confuso laberinto», de Javier Sánchez Menéndez
Por María Carvajal
La escritura de Javier Sánchez Menéndez es fácilmente reconocible porque a lo largo de sus varias obras ha desarrollado un estilo que le define. Su prosa poética, su fijación por los detalles y a la vez por lo universal, su carácter filosófico y su narrativa pictórica está patente en cada uno de sus libros.
En el caso de Confuso laberinto, nos encontramos con un halo de nostalgia que envuelve la obra de principio a fin. El desdoblamiento del yo, la dualidad (ángel-diablo, luz-oscuridad, entre otras), el peso del pasado, la cotidianidad o el pensamiento filosófico también forman parte de esta obra en la que el autor nos sitúa en puntos como México y Argentina, o nos traslada a lugares como el Lago Constanza, París, Cádiz o Moguer.