Relato de Jorge Ibargüengoitia: El episodio cinematográfico

episodio cinematográfico

El episodio cinematográfico sucedió hace cuatro años. Yo estaba embargado y mi aventura con Angela Darley había entrado en una etapa negra. Una noche me salí de su casa olvidando, o mejor dicho, fingiendo olvidar, la cabeza etrusca que ella me había regalado después de tantos ruegos de mi parte. Yo estaba furioso porque ella había insistido en leer las líneas de la mano del joven Arroyo y le había dicho lo mismo que me había dicho a mí tres años antes:

—Resulta usted muy atractivo para cierta clase de personas.

Un cuento de Jorge Ibargüengoitia: La mujer que no

Debo ser discreto. No quiero comprometerla. La llamaré… En el cajón de mi escritorio tengo todavía una foto suya, junto con las de otras gentes y un pañuelo sucio de maquillaje que le quité no sé a quién, o mejor dicho sí sé, pero no quiero decir, en uno de los momentos cumbres de mi vida pasional. La foto de que hablo es extraordinariamente buena para ser de pasaporte. Ella está mirando al frente con sus gran­des ojos almendrados, el pelo restirado hacia atrás, dejando a descubierto dos orejas enormes, tan cerca­nas al cráneo en su parte superior, que me hacen pensar que cuando era niña debió traerlas sujetas con tela adhesiva para que no se le hicieran de papalote; los pómulos salientes, la nariz pequeña con las fosas muy abiertas, y abajo… su boca maravillosa, grande y carnuda. En un tiempo la contemplación de esta foto me producía una ternura muy especial, que iba convirtiéndose en un calor interior y que terminaba en los movimientos de la carne propios del caso. La llamaré Aurora. No, Aurora no. Estela, tampoco. La llamaré ella.

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Cuento de Jorge Ibargüengoitia: Pampa Hash

Hoy damos un cuento de Jorge Ibargüengoitia. ¿Pero quién es este escritor de apellido impronunciable? Nacido en Guanajauto, México, en 1928, una ciudad de provincia que él definió como «casi un fantasma». Escribió ensayos, cuentos, novelas, artículos de prensa, obras de teatro… Una de sus novelas, Los relámpagos de agosto, ganó en 1965 el Premio Casa de las Américas.

Tenía una prosa fluida y en ocasiones humorísticas (ese «humor contra los tontos solemnes«, como escribió Raúl Rivero), y le gustaba ridiculizar a algunos de sus personajes.

Falleció en Mejorada del Campo, Madrid, en 1983, en un accidente aéreo.

Si queréis saber más sobre él, os dejo una entrevista realizada a su mujer, la pintora mexicana Joy Laville.

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