Fredy conducía el helicóptero, Jimmy ametrallaba a los hombrecitos amarillos que allá abajo, en la intrincada espesura, peleaban contra las tropas norteamericanas. Pero, de pronto, Freddy notó que algo anormal estaba pasando, y, horror, resultaba que Jimmy había hecho girar la ametralladora y disparaba las balas en una dirección incorrecta.
—¡Ey, muchacho —gritó Freddy—, detente! ¡Maldición, detente! ¿Qué te pasa? ¿Estás loco, o te has pasado a los malditos comunistas?
Sin dejar su labor, Jimmy preguntó: