Cuento breve recomendado: «Génesis, 3», de José María Merino

José María Merino, después de muchos años de caminar por la narrativa breve, es hoy el indiscutible maestro–patriarca –como autor y como teórico– del cuento hispánico, reconocido como tal por las más prestigiosas personalidades literarias en las dos orillas de nuestra lengua.

Por amistad y relación familiar, he estado muy cerca de su persona y de su creación literaria, y como viejo profesor de Lengua y Literatura, en aquellos años del BUP y del COU, siempre recordaré las lecturas y comentarios en clase de muchas de sus creaciones y, en particular, de dos cuentos, “El niño lobo del cine Mari” y “El desertor”, pertenecientes a su primera colección de relatos Cuentos del Reino Secreto (1982). Muchos miles de alumnos de aquellos ya lejanos tiempos conocieron y degustaron el primer cuento citado al haber tenido el acierto de incluirlo en mi Antología del cuento literario (1982), muy difundida en todo el territorio escolar nacional.

Los mejores 1001 cuentos literarios de la Historia: «El hombre de la arena», de E.T.A Hoffmann

 

E.T.A. Hoffmann. Fuente de la imagen

En un subcapítulo titulado «El lector inocente» de Cuentos (Castalia, 200), José María Merino rinde tributo al gran escritor del romanticismo alemán E.T.A. Hoffmann, y señala dos cuentos que le han marcado, «Cascanueces y el rey de los ratones» y «El hombre de arena». Reproduzco este último cuento.

«De ese libro [Las mil y una noches] proviene mi convicción de que hay bajo el suelo que pisamos mundos esplendorosos, abiertos como éste a un espacio infinito, y que para llegar a ellos sólo es necesario encontrar la argolla de una escondida trampilla, y la idea de que sueño y vigilia son el haz y el envés de una misma realidad. Esa mezcla en lo real de lo vivido y de lo soñado me deslumbró en Cascanueces y el rey de los ratones, de Hoffmann, hasta el punto de que acaso haya impregnado todo cuanto he escrito, al menos tanto como El hombre de la arena«.

José María Merino, Cuentos (Castalia, 2000).

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Cuento breve recomendado: «Cuento de navidad», de José María Merino

“Yo creo que la Literatura nos tiene que enseñar el mundo. Y nos tiene que enseñar el júbilo y la tristeza del mundo. O sea, una Literatura que solo fuese tenebrosa, de pura diversión pues tal vez no tendría sentido. En la Literatura está todo, cabe todo. Y el papel de la Literatura es entretenernos, mientras la leemos, aunque nos esté contando una tremenda tragedia o una historia muy terrible sobre la Humanidad o sobre una familia, sobre una persona. Es sorprendente. Nos entretenemos y al mismo tiempo nos están contando una historia tremenda”.
J.M.M

Cuento breve recomendado: «El desertor», de José María Merino

José María Merino. Fuente de la imagen

 

“El cuento, la narración, la ficción, es fundamental para hacernos con el mundo. En definitiva es el símbolo; los seres humanos nos hemos apropiado del mundo a través de los símbolos. Cuando prevalecen los malos símbolos, en el nombre de los cuales la gente mata a su prójimo, horrible. Pero todo, los cuentos, las ficciones, las historias, están hechos de elementos simbólicos. Si los seres humanos perdiésemos los símbolos, volveríamos al mono. Yo creo que el símbolo y la ficción, las palabras, son las que nos han hecho Homo sapiens. Si perdemos las palabras, perdemos nuestra condición, de eso estoy convencido”.
J.M.M

 

EL DESERTOR

(cuento)

José María Merino (España, 1941)

El amor es algo muy especial. Por eso, cuando vio la sombra junto a la puerta, a la claridad de la luna que, precisamente por su escasa luz, le daba una apariencia de gran borrón plano y ominoso, no tuvo ningún miedo. Supo que él había regresado a casa. La suavidad de la noche de San Juan, el cielo diáfano, el olor fresco de la hierba, el rumor del agua, el canto de los ruiseñores, acompasaban de pronto lo más benéfico de su naturaleza a la presencia recobrada.

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Cuento breve recomendado: «La obra maestra», de Juan Pedro Aparicio

Escritor Juan Pedro Aparicio. Fuente de la imagen

 

Hemingway creyó descubrir la elipsis cuando dijo aquello de que una novela es como un iceberg: solo muestra el diez por ciento de su masa, el resto permanece sumergido. El diccionario de la academia define a la elipsis en su segunda acepción como omisión o supresión de alguna parte (como determinados periodos temporales) dentro de un todo o un conjunto. La narración, cualquier narración, requiere de la elipsis. La narración se da en el tiempo pero no es el tiempo. Nosotros somos el tiempo. La narración lo mide y, lo que no es poco, lo hace inteligible y significativo; en cierta medida, lo domestica. Si las narraciones contaran todo, serían como la vida misma, no serían narraciones; ese espejo a lo largo del camino que se dice es la novela, y que tantas veces hemos oído, es una simpleza por más que se le atribuya a uno de los más grandes novelistas.

J.P.A.

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Entrevista a Emilio Gavilanes

Reino de la nada, Emilio Gavilanes

Emilio Gavilanes es autor de los libros de relatos La tabla del dos (Premio NH 2004 al mejor libro de relatos inédito) y El río (2005; finalista ese año del premio Setenil), y de las novelas La primera aventura (1991), El bosque perdido (2001) y Una gota de ámbar (2007). Cultiva la escritura de haikus, como ha dejado constancia en Salta del agua un pez (2011), y ha preparado además la edición de la obra de Camilo Bargiela Luciérnagas (2009).
Charlamos con él con motivo de la publicación de su último libro de relatos, El reino de la nada (2011), recientemente publicado en la editorial Menoscuarto.

Cuento breve recomendado (271): «El niño lobo del cine Mari», de José María Merino

El niño lobo del cine Mari

 

«Los jóvenes reciben las enseñanzas a que les obligan los programas académicos a través de libros de texto cuya asimilación forma parte de los deberes escolares, por medio del estudio. Enfrentados a los libros de texto, la mayoría de los jóvenes no conceden de entrada ningún crédito a esos otros libros que, aunque contengan poemas o ficciones y constituyan ámbitos verbales susceptibles de generar diversión y placer, se presentan con el mismo aspecto físico que los demás, y también cubiertos de letra impresa. Lejos de la letra impresa, los estimulantes actuales de la imaginación juvenil se encuentran en otros objetos y artificios, encaminados a los efectos y emociones audiovisuales, donde la complejidad y riqueza del discurso escrito ha sido sustituido por otros conceptos de la comunicación. Además, tal como está la relación de la mayoría de las familias con los libros, la iniciación a la lectura de ficciones ha dejado de pertenecer al ámbito de lo doméstico. Hoy corresponde sobre todo al profesorado iniciar a los jóvenes en sus secretos. Si tal instrucción se concibiese como la enseñanza de un arte, debería sustentarse en un sucesivo desvelamiento, y sin duda requeriría una cuidadosa selección de textos, adecuados a cada grupo de futuros lectores, y su presentación óptima para facilitar un análisis mucho más sentimental y estético que gramatical, dirigido a despertar el interés profundo de los iniciados. El camino de seducción podría acarrear técnicas diferentes, pero el objetivo debería ser mostrar que, mientras en los libros de texto comunes las palabras impresas no pretenden transmitir otra cosa que información y conocimientos, en los libros literarios las palabras impresas se transforman en imágenes mentales que revelan los secretos de las conductas, elaboran sucesos extraordinarios e iluminan mundos vigorosos. Así, la iniciación en la lectura de poemas, de ficciones, debería ser afrontada como si se tratase de una sabiduría peculiar, de un grado superior a la simple aptitud lectora precisa para desentrañar cualquier texto ordinario. Como si, en el caso de la lectura literaria, el libro fuese un instrumento musical y el lector el intérprete que reproduce y hace resonar su melodía por la gracia de su destreza».

José María Merino

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El género del microrrelato, visto por Andrés Ibáñez

Género de diletantes. Esta última idea tiene una gran dosis de verdad, porque quitando los ejemplos obvios que todos tenemos en la cabeza y que sin duda se esgrimirán en mi contra, es evidente que los microrrelatos son un género propio de diletantes. He leído microrrelatos de buenos escritores y otros escritos por desconocidos: es imposible notar la diferencia.