Microrrelato de Juan Eduardo Zúñiga: El secreto
Un día, inesperadamente el huésped regresó y se acercó a sus labios y murmuró: “No temas, querida, soy invisible para los demás” y las bocas se unieron con pasión. Desde entonces estuvo cerca de ella: lo veía en el fondo de una habitación, en el corredor, al pie de una escalera, la seguía por la calle, se sentía abrazada con fuerza y ella se entregaba a su abrazo.