
Microrrelato de Juan FIlloy: La vaca y el auto
La lluvia ha fijado la medula pulverenta del camino. La atmósfera recién lavada esta fresca y limpia. El sol irradia su esplendor de fin de marzo.
Viene un auto a gran velocidad. Bajo el cielo de la pampa –caverna diáfana de turmalina– el auto es una catanga bulliciosa y rápida.
La sementera húmeda emana un olor másculo, que excita a la hermosa joven que lo conduce. Y acelera, acelera, para que las ráfagas la penetren sensualmente. Más… De pronto, una vaca. Una vaca inmóvil en medio del camino. Chirriar de frenos y diatribas. Las estridencias de la bocina resquebrajan el aire. Pero la vaca no se mueve. Apenas una mirada acuosa y oblicua, mientras se lame y se relame. Al fin, prorrumpe: