Cuento de Juan José Arreola: Parábola del trueque

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Cuento de Juan José Arreola: Parábola del trueque

Al grito de «¡Cambio esposas viejas por nuevas!» el mercader recorrió las calles del pueblo arrastrando su convoy de pintados carromatos.

Las transacciones fueron muy rápidas, a base de unos precios inexorablemente fijos. Los interesados recibieron pruebas de calidad y certificados de garantía, pero nadie pudo escoger. Las mujeres, según el comerciante, eran de veinticuatro quilates. Todas rubias y todas circasianas. Y más que rubias, doradas como candeleros.

Al ver la adquisición de su vecino, los hombres corrían desaforados en pos del traficante. Muchos quedaron arruinados. Sólo un recién casado pudo hacer cambio a la par. Su esposa estaba flamante y no desmerecía ante ninguna de las extranjeras. Pero no era tan rubia como ellas.

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Microrrelato de Juan José Arreola: Libertad

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Juan José Arreola. Fuente de la imagen

Microrrelato de Juan José Arreola: Libertad

Hoy proclamé la independencia de mis actos. A la ceremonia sólo concurrieron algunos deseos insatisfechos, dos o tres actitudes desmedradas. Un propósito grandioso que había ofrecido venir envió a última hora su excusa humilde. Todo transcurrió en un silencio pavoroso. 

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Microrrelato de Juan José Arreola: El faro

Fotografía: Francisco Rodríguez Criado

EL FARO, un microrrelato de Juan José Arreola

Lo que hace Genaro es horrible. Se sirve de armas imprevistas. Nuestra situación se vuelve asquerosa.

Ayer, en la mesa, nos contó una historia de cornudo. Era en realidad graciosa, pero como si Amelia y yo pudiéramos reírnos, Genaro la estropeó con sus grandes carcajadas falsas. Decía: «¿Es que hay algo más chistoso?» Y se pasaba la mano por la frente, encogiendo los dedos, como buscándose algo. Volvía a reír: «¿Cómo se sentirá llevar cuernos?» No tomaba en cuenta para nada nuestra confusión.

Amelia estaba desesperada. Yo tenía ganas de insultar a Genaro, de decirle toda la verdad a gritos, de salirme corriendo y no volver nunca. Pero como siempre, algo me detenía. Amelia tal vez, aniquilada en la situación intolerable.

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Los mejores 1001 cuentos literarios de la Historia: «El prodigioso miligramo», de Juan José Arreola

Hormiga cargando peso. Fuente de la ilustración

 

Edelweis Serra, en su ensayo Tipología del cuento literario (Cupisa Editorial, Madrid, 1978), cita el cuento de Juan José Arreola «El prodigioso miligramo», como ejemplo de cuento fantástico latinoamericano, junto a otros de Borges y García Márquez.

Transcribo el párrafo donde es nombrado el cuento de Arreola y señalo, a modo anecdótico, una errata, que por su simpatía prefiero no corregir, a saber: el cuento de Borges, «Las ruinas circulares», es citado como «Las rubias circulares». (Y todos sabemos que una rubia no tiene por qué ser siempre una ruina…).

 

[…] Estos textos testimonian en conjunto un tipo de cuento hispanoamericano de contenido extra-ordinario donde señorea la fantasía, la presencia de otra realidad más allá de la habitualmente establecida, cuya estructura y sentido -en tanto objeto cultural- representa una faz de gran lucidez expresiva de nuestra literatura; diría, un gran tema de variaciones que ha de ser estudiado e interpretado con categorías emergentes de su propio discurso y respectiva cosmovisión.

Cuentos tan diversos como El prodigioso miligramo, de Juan José Arreola, Los funerales de la Mamá Grande, de García Márquez, Las rubias circulares, de Borges, donde impera la presencia de lo extraordinario, éste es de índole diversa en cada uno de los textos. En el cuento de Arreola se está en terreno fantástico puro, un mundo de hormigas perfectamente organizado, con sus leyes, sus costumbres, lenguaje, virtudes y pecados».
Edelweis Serra, Tipología del cuento literario (Cupisa Editorial, Madrid, 1978)
 

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La escritura automática, según Juan José Arreola

Juan José Arreola fotografíado en 1978 por Enrique Villaseñor

Este fragmento de la novela El espía del aire, de Ignacio Solares, rememora las curiosas opiniones de Juan José Arreola sobre la puntuación, y fueron expresadas en su taller de escritura, al que acudía como alumno el propio Solares. 

Por aquel entonces estaba aún en boga la escritura automática (si es que existe eso), tendencia que Arreola observaba con sumo escepticismo.

La fotografía es de Enrique Villaseñor. 

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Microrrelato de Juan José Arreola: El rinoceronte

Rinoceronte. Fotografía: FRC
 

«Renuncié al amor antes de saber lo que era, porque Joshua me demostró con alegatos judiciales que el amor sólo es un cuento que sirve para entretener a las criadas. Me ofreció en cambio su protección de hombre respetable. La protección de un hombre respetable es, según Joshua, la máxima ambición de toda mujer».

 

EL RINOCERONTE

Juan José Arreola

(microrrelato)

 
Durante diez años luché con un rinoceronte; soy la esposa divorciada del juez McBride.
Joshua McBride me poseyó durante diez años con imperioso egoísmo. Conocí sus arrebatos de furor, su ternura momentánea, y en las altas horas de la noche, su lujuria insistente y ceremoniosa.
Renuncié al amor antes de saber lo que era, porque Joshua me demostró con alegatos judiciales que el amor sólo es un cuento que sirve para entretener a las criadas. Me ofreció en cambio su protección de hombre respetable. La protección de un hombre respetable es, según Joshua, la máxima ambición de toda mujer.

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