
Cuento de Juan Pardo Vidal: El efecto coriolis
Hay quien le da vueltas al café con leche durante minutos, a sabiendas de que hace ya mucho tiempo que el azúcar se ha disuelto por completo. Giran una y otra vez la cucharilla, innecesariamente, ajenos a que las estructuras moleculares de la glucosa están de sobra integradas en las de la leche, y al hecho de que, si el café estaba muy caliente, también hace minutos que se cumplió la segunda ley de la termodinámica y se ha enfriado de sobra como para poder tomarlo. Es difícil saber si se quedan absortos mirando el pequeño embudo que la inercia del movimiento circular provoca o si les interesa más comprobar cómo la espuma de la leche es atraída y succionada por el ojo del remolino que se forma en el centro de la superficie del vaso. Una especie de agujero de gusano que comunica el presente con los recuerdos del pasado, la dimensión del que desayuna con la dimensión de vaca. Pura mecánica cuántica láctea.