El escarabajo de oro (historia de Edgar Allan Poe)

el escarabajo de oro

Hace muchos años trabé íntima amistad con un caballero llamado William Legrand. Descendía de una antigua familia protestante y en un tiempo había disfrutado de gran fortuna, hasta que una serie de desgracias lo redujeron a la pobreza. Para evitar el bochorno que sigue a tales desastres, abandonó Nueva Orleans, la ciudad de sus abuelos, y se instaló en la isla de Sullivan, cerca de Charleston, en la Carolina del Sur.

Cuento de Julio Cortázar: Relato con un fondo de agua

relato, fondo de agua, Julio Cortázar

El coñac está ahí, servite. A veces me pregunto por qué te molestás todavía en venir a visitarme. Te embarrás los zapatos, te aguantás los mosquitos y el olor de la lámpara a kerosene… Ya sé, no pogas la cara del amigo ofendido. No es eso, Mauricio, pero en realidad sos el único que queda, del grupo de entonces ya no veo a nadie.

4 cuentos argentinos

cuentos argentinos

Cada vez que pensamos en cuentos argentinos acuden a nuestra mente, entre otros, los nombres de Jorge Luis Borges, Julio Cortázar, Adolfo Bioy Casares, Silvina Ocampo, Roberto Arlt, Enrique Anderson Imbert o Marco Denevi. Y sabemos, no obstante, que Argentina ha sido y es un país rico en cuentistas que va más allá de los nombres citados, por muy buenos que estos fueran (que lo son).

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Cuentos breves recomendados: Underwood, de Enrique Jaramillo Levi

cuento de Enrique Jaramillo Levi

Encasillar los géneros es algo difícil, sobre todo en un mundo “postmoderno” donde las fronteras tienden a borrarse y cada vez más hay una literatura híbrida en que se mezclan de tal manera los tipos de escritura que a veces no es fácil encasillarlas, ni fácil ni conveniente. Pero sí creo que hay textos que claramente son cuentos. Puedo decir las cosas que todo el mundo sabe: es un género escrito en prosa, generalmente breve, con una gran economía de lenguaje, con pocos personajes, con un tema central; donde hay una mirada vertical, en profundidad, sobre una parcela de la realidad y no una mirada horizontal, panorámica, indefinidamente extensa como lo sería en la novela. Tal vez podría decirse del cuento lo que Cortázar señalaba para diferenciar la descripción de la narración. Él decía que la descripción era a la fotografía lo que la narración era a la filmación. Creo que un cuento es un momento intenso que no se expande de manera tal que provoca una revelación o una mirada que no se da en otras circunstancias sobre algo. Y ese algo, generalmente, es algo que sucede, más que alguien. Estoy consciente de que puede haber cuentos que podrían ser más de personaje que de acción, o más de atmósfera o clima que de cosas que suceden. Pero en el fondo no hay un cuento si no hay un suceso: el cuento tiene que contar algo. Pero no se puede tampoco quedar en la pura anécdota porque entonces es un simple relato, una simple narración, y no toda narración o relato es un cuento. El cuento es una forma de calar profundamente en un momento excepcional, de una circunstancia o simplemente de la vida de alguien, y el resultado de eso es, si el cuento es bueno, un cambio en el lector; lo transforma, le da un conocimiento, una experiencia que lo hace diferente. Estoy hablando de los buenos cuentos, insisto. Para saber lo que un cuento es, hay que leer cuentos.

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Cuento de Julio Cortázar: La autopista del sur

cuento de Julio Cortázar

El cuento nos ofrece una estampa cotidiana harto conocida por todos, o casi todos: el embotellamiento, un domingo por la tarde, en una autopista, en este caso la que separa Fontainebleau de París. La falta de movimiento de los coches es tal, que los ocupantes acaban por conocerse y establecer relaciones humanas.

“La autopista del sur” está incluido en el libro Todos los fuegos el fuego, publicado en 1966 por Editorial Sudamericana, de Buenos Aires. El libro, gran referencia del género breve, contiene ocho cuentos en los que Cortázar mezcla realismo y fantasía.  

Siete poemas de amor latinoamericanos

siete poemas de amor latinoamericanos

Os presentamos siete poemas de amor de siete grandes autores latinoamericanos: Jaime Sabines, Pablo Neruda, José Ángel Buesa, Jorge Luis Borges, Julio Cortázar, Mario Benedetti y Juan Gelman.

Y si te interesa la narrativa, no te pierdas esta sección de cuentos cortos latinoamericanos.

Poema de amor de Jaime Sabines: No es que muera de amor…

No es que muera de amor, muero de ti.

Muero de ti, amor, de amor de ti,

de urgencia mía de mi piel de ti,

de mi alma, de ti y de mi boca

y del insoportable que yo soy sin ti.

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Los mejores 1001 cuentos de la Historia: Queremos tanto a Glenda

Queremos tanto a Glenda

La revista CulturaMas publicó el 16 de febrero de 2016 un listado con los que son –según ellos– los diez mejores inicios de cuentos.

En primera posición está “Queremos tanto a Glenda”, de Julio Cortázar, dedicado a la actriz Glenda Jackson, hoy miembro del Parlamento Británico. Os dejo el cuento completo y, a modo de introducción, un fragmento de un artículo de Javier Rodríguez Marcos, publicado en Babelia con el título «Un lector que discute».

En el otoño de 1980 Julio Cortázar escribió una carta imaginaria a Glenda Jackson. El escritor argentino acababa de publicar Queremos tanto a Glenda, que recoge un cuento del mismo título en el que un grupo de fans de la actriz británica se las ingenia para retocar sus películas con el fin de que sean intachables. Cuando ella, retirada hasta entonces, anuncia que vuelve a actuar, los fundamentalistas de su obra deciden matarla para, así, conservarla perfecta para siempre. En su carta-cuento -recogido dos años después en Deshoras, su último libro de relatos, con el título de ‘Botella al mar’-, el narrador señala una inquietante coincidencia. A las pocas semanas de la publicación de su libro y sin tiempo, por tanto, de que apenas alguien lo hubiera leído (y mucho menos una actriz que no sabía español), Ronald Neame, el director de La aventura del Poseidón, estrenó una película protagonizada por Walter Matthau y la propia Jackson. La película, bienintencionada pero menor -«desde ya puedo decir que despreciable», apunta Cortázar-, cuenta las peripecias de una mujer que ayuda a fingirse muerto a un ex espía al que, de una tacada, persiguen la CIA, el FBI y el KGB. Todo ello mientras el perseguido escribe un libro para denunciar a su antiguos patrones. El título en inglés de ese libro es Hopscotch. Y la traducción de hopscotch al español es, y de ahí la inquietud de Cortázar, rayuela. Un escritor muerto y una actriz muerta: ¿respuesta?, ¿venganza?, se pregunta él. Lo deja en simetría. 

Javier Rodríguez Marcos, Babelia, 3/10/2007

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Cuento de Julio Cortázar: Una flor amarilla

Volvemos a Julio Cortázar, uno de los cuentistas más socorridos de este blog. Y lo hacemos con uno de mis cuentos preferidos de entre los suyos: “Una flor amarilla”.

El relato recoge una conversación entre el personaje narrador con un tipo al que conoció en un bistró, un hombre que estaba borracho, que es cuando –al parecer– uno dice siempre la verdad. Y la verdad, según este personaje, es que todos somos inmortales.

El personaje innominado narra a su vez que conoció en el autobús a un chico de trece años y desde el primer momento tuvo la certeza de que ese chico era él… en su juventud. Una historia delirante –o quizá no– sobre la inmortalidad narrada con la habitual pericia de Julio Cortázar.

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Un tal Lucas, un tal Julio Cortázar

Un tal Lucas, un tal Julio Cortázar
Julio Cortázar

El tal Lucas es el mismo tal Julio. Desde allí, parapetado tras esa identidad de niño o adolescente,  el escritor lanza sus dardos y sus ideas a veces excéntricas y geniales, a veces extemporáneas, sobre lo humano y lo divino. En sus escritos exhibe un pensamiento transgresor como sus “tips” de cómo lustrarse los zapatos o de cómo hacer el amor en una bicicleta. La crítica ha dicho que Un tal Lucas más que un libro con historias y ficciones es un compendio genial contra los tontos graves. Y no deja de estar en lo cierto.

El libro reúne una colección de ideas negras, de sandeces geniales, de un teatro con luces apagadas y los actores dándole al segundo acto, de velas sin pabilo y de picarones sin hoyo. Julio Cortázar amaba lo diferente. Él mismo un día leía en éxtasis a Baudelaire y más tarde se iba al boxeo a ver cómo Monzón le sacaba a mierda al “Mantequilla Nápoles”.

Veamos tres ejemplos de su original forma de combatir las voces de los tontos graves.

Por Ernesto Bustos Garrido

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Relato corto de Edgar Allan Poe: Cuento de Jerusalén

El relato corto “A Tale of Jerusalem”, de Edgar Allan Poe , fue publicado por primera vez en 1832. Julio Cortázar  lo tradujo al castellano en 1953. No fue Cortázar un traductor casual de la obra de Edgar Allan Poe, un profesional al que una editorial encarga un trabajo más. Muy al contrario, Cortázar era un entusiasta del genio estadounidense desde su infancia. La tarea de traducir a Poe, que le llevó nueve meses, la realizó durante unas vacaciones en Italia. Una forma de compaginar placer y trabajo, podría decirse.

Cortázar comenzó a leer a Edgar Allan Poe siendo niño, a los nueve años, en una traducción de Blanco Belmonte. Cortázar recuerda aquella época como algo fascinante y terrible a la vez, pues la lectura de aquellas historias de misterio y terror le provocó terrores nocturnos que no superó hasta bien entrada la adolescencia.

Os dejo uno de los cuentos de Poe, traducido, cómo no, por Cortázar: Cuento de Jerusalén.

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