
Del Lazarillo al Pequeño Nicolás
El caso de las tarjetas opacas viene a demostrar una vez más que, salvando las distancias socio-tecnológicas, seguimos viviendo en los tiempos de El Lazarillo. Nada nuevo bajo el sol: esta es la España corrupta de siempre, la que intenta atragantarse de uvas –o de millones de euros, ya puestos– creyendo que el resto del país está ciego.
Pero aquí viene la buena noticia: no estamos ciegos, no del todo. Y la justicia, tampoco. Algunos juristas han apuntado estos días en los medios de comunicación la posibilidad de que estos pícaros banqueros acaben en la cárcel. No lo harán, claro, pero basta que la hipótesis se comente abiertamente, dejando en el oprobio los nombres de tales advenedizos, para que nos sintamos algo remunerados por tener que habitar en un bosque lleno de lobos.