Cuento breve recomendado: «Prisa», de Octavio Paz

Tendría unos ocho o diez años cuando escribí mis primeros versos, y después, prosa con la misma dedicación. Todos estos trabajos abarcan más de dos mil páginas. No sé cuál es su valor literario o intelectual; sé, eso sí, que fueron escritos con fe y en respuesta a un llamado juvenil imperioso y ardiente. Desde los lejanos días de mi adolescencia la Literatura ha sido mi constante compañía, la ventana por la que me asomo al mundo y por la que penetro en raros y felices momentos, su verdad prodigiosa. En suma, la Literatura representa no sólo lo que he querido ser sino la ocupación por la que he sacrificado a todas las otras. No tengo más remedio una vez más que confesarlo: soy escritor y la escritura representa mi vocación verdadera.

Cuando era niño oí una anécdota que me impresionó: le preguntaron a Alejandro si quería ser la espada o la trompeta. El respondió sin vacilar: la espada. Si a mí me hubiesen preguntado algo parecido habría respondido lo contrario: la trompeta. Quiero decir la escritura, los signos que proclaman la grandeza y la bondad de los hombres. Fui educado entre los límites si bien severos del estoicismo y el cristianismo. No me enseñaron a venerar a la diosa perra de la fama y a correr con la lengua fuera detrás del éxito mentiroso. La enseñanza de mis maestros fue muy distinta: saber estrechar la mano de nuestro prójimo incluso, y sobre todo, si fuese la mano de un desconocido. Creo que estas ideas y sentimientos influyeron en mí desde el principio. Por más imperfecta o reprobable que haya sido a veces mi conducta, siempre he visto a los otros con la frente alta y un demás de reconciliación.

Octavio Paz

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Cuento breve recomendado: «Pregones», de Luis Cernuda

Luis Cernuda
Poeta español Luis Cernuda. Fuente de la imagen

Con frecuencia se dice que Cernuda y, en general, los poetas de su generación, «cierran» un periodo de la poesía española. Confieso que no entiendo lo que se quiere decir con esto. Para que algo se cierre -si no se trata de una extinción definitiva- es menester que algo o alguien abra otra etapa. Los actuales poetas españoles, más allá de toda odiosa comparación, no me parece que hayan iniciado un nuevo movimiento; inclusive diría que, al menos en materia de lenguaje y visión -y eso es lo que cuenta en poesía- se muestran singularmente tímidos. No es un reproche: la segunda generación romántica no fue menos importante que la primera y dio un nombre central: Baudelaire. La novedad no es el único criterio poético. En España ha habido un cambio de tono, no una ruptura. Ese cambio es natural pero no hay que confundirlo con una nueva era. Cernuda no cierra ni abre una época. Su poesía, inconfundible y distinta, forma parte de una tendencia universal que en lengua española se inicia, con cierto retraso, a fines del siglo pasado y que aún no termina. Dentro de ese periodo histórico su generación, en Hispanoamérica y en España, ocupa un lugar central. Y uno de los poetas centrales de esa generación es él, Luis Cernuda. No fue el creador de un lenguaje común ni de un estilo, como lo fueron en su hora Rubén Darío y Juan Ramón Jiménez o, más cerca, Vicente Huidobro, Pablo Neruda y Federico García Lorca. Y tal vez en esto resida su valor y lo que le dará influencia futura: Cernuda es un poeta solitario y para solitarios.

Octavio Paz

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Luis Cernuda, la Generación del 27 y el cine

Luis Cernuda y el cine
Luis Cernuda en la Alameda de Ronda, en 1934. Fuente de la imagen en internet

Tengo una perra joven que no sabe estar sola en casa, y cuando se ve en esa circunstancia no tarda en destrozar todo lo que está a su alcance, por lo general CDs de música y libros. Esta misma mañana me he ausentado de casa media hora y a mi regreso ya había participado en una de sus escaramuzas. Mientras recogía los restos del desastre, me he topado en el suelo con un libro que ha escapado con cierta suerte de las garras de la temible Betty: Luis Cernuda. Recuerdo cinematográfico, de Rafael Utrera Macías, publicado por Fundación El Monte (Sevilla, 2002).

Os ofrezco un texto de este libro que dista de ser conclusivo: es solo un fragmento del primer capítulo. La intención no es otra que rescatar la fascinación que algunos miembros de la Generación del 27 sentían por el cine y animar a los lectores a que lean este libro (u otros similares) si quieren documentarse sobre el tema.

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