El microrrelato, ¿género emblemático del siglo XXI?
Puede que la afirmación, últimamente tan extendida, de que el microrrelato es el género emblemático del siglo XXI no sea incorrecta del todo. Aunque esté muy lejos de ocupar el trono de los libros más vendidos (reservado por tradición a la novela y por contagio a ciertos métodos para perder peso), en Internet campa a sus anchas. La difusión que recibe hoy día en la Red es superior a la que recibe cualquier otro género. Aceptémoslo: si ladran es porque el microrrelato cabalga.
Pero creo que esa atención masiva a este nuevo género (que en realidad es tan antiguo como el de las primigenias historias orales) está sustentada, con las obligadas excepciones, no en el gusto artístico de sus autores por la brevedad y la elipsis narrativa sino en el gusto supremo por darse al prójimo de manera cómoda. Inconscientemente se ha llegado al convencimiento de que el ejercicio de escribir un microrrelato está, como el microondas de nuestras cocinas, al alcance de casi cualquiera: no hace falta más que estirar la mano y pulsar un botón… ¿Acaso no nos pasamos la vida contando pequeños sucesos, en prosa, previo filtro –excluyamos de este apartado al cansino de turno– de los detalles innecesarios? Son muchos los que piensan que llevar al papel alguno de esos sucesos, más o menos imaginarios, más o menos reales, es solo un paso más en el ámbito de la comunicación.