
Yo era hijo del cura de mi pueblo. En realidad, cuando nací, no era así, pero sólo porque lo hice en un pueblo distinto al mío y el cura era otro. Siendo un muchacho se le puso remedio y llegué al que ha sido siempre mi lugar, y aparecí como sobrino de mi padre, el cura. Él siempre me trató bien y solía repetirme una frase que ha guiado mi vida: Dios proveerá. Con ella he recorrido mi camino sin tomar apenas decisiones, dejándolo todo en manos del Cielo. Al azar, diría un ateo.