
El proyecto Mars One es un filón periodístico y sociológico. Lo es si consigue su objetivo de enviar a 24 voluntarios a Marte en un viaje sin retorno, y lo es igualmente si todo se queda en un fiasco. Y por lo que he leído recientemente, el asunto apunta en esta última dirección.
El aburrimiento y la imaginación son extraños compañeros de cama. Unos escribimos novelas y otros recogen espárragos del campo, pero además de aburrido e imaginativo hay que ser tremendamente osado para tratar de establecer una sociedad humana en Marte, que sería algo así como el reverso de las comunidades alienígenas que, según afirman algunos iluminados, conviven con nosotros, pobres terrícolas, desde hace décadas. Y esa es precisamente la ocurrencia (enviar humanos a Marte) que tuvo Bas Lansdorp, un investigador holandés cuyo proyecto interplanetario ha recibido no pocas acusaciones de fraude.