Cuento breve recomendado: «Prisa», de Octavio Paz

Tendría unos ocho o diez años cuando escribí mis primeros versos, y después, prosa con la misma dedicación. Todos estos trabajos abarcan más de dos mil páginas. No sé cuál es su valor literario o intelectual; sé, eso sí, que fueron escritos con fe y en respuesta a un llamado juvenil imperioso y ardiente. Desde los lejanos días de mi adolescencia la Literatura ha sido mi constante compañía, la ventana por la que me asomo al mundo y por la que penetro en raros y felices momentos, su verdad prodigiosa. En suma, la Literatura representa no sólo lo que he querido ser sino la ocupación por la que he sacrificado a todas las otras. No tengo más remedio una vez más que confesarlo: soy escritor y la escritura representa mi vocación verdadera.

Cuando era niño oí una anécdota que me impresionó: le preguntaron a Alejandro si quería ser la espada o la trompeta. El respondió sin vacilar: la espada. Si a mí me hubiesen preguntado algo parecido habría respondido lo contrario: la trompeta. Quiero decir la escritura, los signos que proclaman la grandeza y la bondad de los hombres. Fui educado entre los límites si bien severos del estoicismo y el cristianismo. No me enseñaron a venerar a la diosa perra de la fama y a correr con la lengua fuera detrás del éxito mentiroso. La enseñanza de mis maestros fue muy distinta: saber estrechar la mano de nuestro prójimo incluso, y sobre todo, si fuese la mano de un desconocido. Creo que estas ideas y sentimientos influyeron en mí desde el principio. Por más imperfecta o reprobable que haya sido a veces mi conducta, siempre he visto a los otros con la frente alta y un demás de reconciliación.

Octavio Paz

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Cuento de Octavio Paz: Maravillas de la voluntad

A las tres en punto don Pedro llegaba nuestra mesa, saludaba a cada uno de los concurrentes, pronunciaba para sí unas frases indescifrables y silenciosamente tomaba asiento. Pedía una taza de café, encendía un cigarrillo, escuchaba la plática, bebía a sorbos su tacita, pagaba a la mesera, tomaba su sombrero, recogía su portafolio, nos daba las buenas tardes y se marchaba. Y así todos los días.

¿Qué decía don Pedro al sentarse y al levantarse con cara seria y ojos duros? Decía:

—Ojalá te mueras.

Don Pedro repetía muchas veces al día esta frase. Al levantarse, al terminar su tocado matinal, al entrar o salir de casa – a las ocho, a la una, a las dos y media, a las siete y cuarto -, en el café, en la oficina, antes y después de cada comida, al acostarse cada noche. La repetía entre dientes o en voz alta, a solas o en compañía. A veces sólo con los ojos. Siempre con toda el alma.

Nadie sabía contra quien dirigía aquellas palabras.

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Cuento breve recomendado: «Pregones», de Luis Cernuda

Luis Cernuda
Poeta español Luis Cernuda. Fuente de la imagen

Con frecuencia se dice que Cernuda y, en general, los poetas de su generación, «cierran» un periodo de la poesía española. Confieso que no entiendo lo que se quiere decir con esto. Para que algo se cierre -si no se trata de una extinción definitiva- es menester que algo o alguien abra otra etapa. Los actuales poetas españoles, más allá de toda odiosa comparación, no me parece que hayan iniciado un nuevo movimiento; inclusive diría que, al menos en materia de lenguaje y visión -y eso es lo que cuenta en poesía- se muestran singularmente tímidos. No es un reproche: la segunda generación romántica no fue menos importante que la primera y dio un nombre central: Baudelaire. La novedad no es el único criterio poético. En España ha habido un cambio de tono, no una ruptura. Ese cambio es natural pero no hay que confundirlo con una nueva era. Cernuda no cierra ni abre una época. Su poesía, inconfundible y distinta, forma parte de una tendencia universal que en lengua española se inicia, con cierto retraso, a fines del siglo pasado y que aún no termina. Dentro de ese periodo histórico su generación, en Hispanoamérica y en España, ocupa un lugar central. Y uno de los poetas centrales de esa generación es él, Luis Cernuda. No fue el creador de un lenguaje común ni de un estilo, como lo fueron en su hora Rubén Darío y Juan Ramón Jiménez o, más cerca, Vicente Huidobro, Pablo Neruda y Federico García Lorca. Y tal vez en esto resida su valor y lo que le dará influencia futura: Cernuda es un poeta solitario y para solitarios.

Octavio Paz

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Cuento breve recomendado: «El ramo azul», de Octavio Paz

el ramo azul, cuento de Octavio Paz

En un intenso monólogo, en primera persona y como si fuera un sueño, “El ramo azul” cuenta una extraña historia en un extraño pueblo y con un extraño personaje que con la más pasmosa naturalidad trata de sacarle los ojos al protagonista-narrador para ofrecerle a su novia un ramito de ojos azules. Una escenografía misteriosa envuelve esta historia surrealista que, como es frecuente en la obra de Paz, no sigue la llamada escritura automática,
-¿Qué quieres?

-Sus ojos, señor –contestó la voz suave, casi apenada.

-¿Mis ojos? ¿Para qué te servirán mis ojos? Mira, aquí tengo un poco de dinero. No es mucho, pero es algo. Te daré todo lo que tengo, si me dejas. No vayas a matarme.

-No tenga miedo, señor. No lo mataré. Nada más voy a sacarle los ojos.

Cuentos de viva voz

¿Te gustaría escuchar algunos de los cuentos publicados en la sección Cuentos breves recomendados de NarrativaBreve.com que coordina Miguel Díez? Pues ya es posible gracias a la generosidad de Manuel Rodríguez Sánchez, que se ha encargado de grabar en archivos de audio algunos de esos cuentos publicados en este blog, y que ya están a tu disposición en su espacio cultural: El taller de brújulas

Vargas Llosa ya tiene quien le corrija

Martha Hildebrandt. Imagen extraída de Wikipedia

Y después del Premio Nobel… Mario Vargas Llosa ya tiene quien le corrija. Se trata de Martha Hildebrandt, congresista y lingüista peruana que ha sacado la cimitarra para afearle al eminente autor sus «faltas garrafales» a la hora de escribir. La noticia la he leído en el diario mexicano El Universal. Es una pena que no tengamos ejemplos de esas «faltas garrafales» para saber a qué se refiere exactamente esta aguerrida señora, que ha llegado a tachar de mediocre la formación del último Premio Nobel.

¿Por qué tengo la sensación de que detrás de todo esto están las rencillas políticas…?

Lingüista peruana critica a Vargas Llosa

Martha Hildebrandt asegura que ha encontrado en obras del Nobel «faltas garrafales» producto de su «mediocre» formación. 

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