
Cuento de Óscar Castro: Don Beño
Si Cristo murió en la cru
con tres clabos solamente
¿cómo podré vibir yo
si me claba tanta jente?
Las letras del cartelito no se miran muy bien entre sí. Debe ser porque pertenecen a distinta familia. Mientras las “e” tiran a cursivas, las “l” y las “t” quieren caerse hacia la izquierda. De todas maneras, la advertencia luce bien en el boliche de don Beño. Está inscrita en un cartón de caja azucarera clavado sobre la estantería que se mantiene por costumbre de pie. El rojo y el azul se disputan, verso por medio, el espacio. Debajo de todo, como quedara un trozo en blanco, el pintor quiso figurar un par de clavos y le resultaron dos fémures cruzados.
En el boliche de don Beño hay de todo. Desde las escobas ensartadas en los barriles del maíz y los atados de cochayuyo, hasta las tiras de charqui colgadas en alambres para banquete de las moscas; desde las prietas de chancho y los broches de presión, hasta los aros de vidrio pintado “pa la novia”. También hay –así lo proclama afuera una pizarra desteñida– “chicha dulse de Doñihue resién yegada y chocolí blanco y tinto”.