
NÁUFRAGOS EN LA NIEVE
Luis Mateo Díez (España, 1942)
El mismo día en que naufragó en la nieve el coche de línea de Beltrán, que venía de León y debía llegar al valle de Laciana, en alguna de las rutas de los valles Luna y Omaña, que en él confluyen, se perdieron mis hermanos Floro y Miguel. Ellos son los niños que se divisan en la fotografía, como si en la nieve regresaran de un más allá no muy lejano. El coche aparcado con el delantal de la nieve es el mismo que naufragó y que luego, tras el rescate, estuvo abandonado muchos días al pie de la casa de mis abuelos maternos.

Lo trajeron arrastrado por unas caballerías, el motor se heló y el coche nunca volvió a ser el mismo, renqueaba con el estertor de los bronquios averiados, se paraba en las cuestas, tuvieron que retirarlo antes de que hubiera cumplido los kilómetros que le correspondían. Aunque la certeza de ese cumplimiento no tenía reglamentación en los coches de línea de Beltrán, viejos fords, y dodges, de vida imprevisible, siempre eterna. Los autocares semejaban viejas gabarras que jamás entregarían el alma, aunque el cuerpo se desmadejara, y las revisiones y los recauchutados les diesen el pulimento de la subsistencia.