
Cuento de Miguel Bravo Vadillo: Punto y final
Estoy escribiendo un cuento. La frase anterior es la primera, y esta es la segunda. Estoy escribiendo un cuento. No, a decir verdad, el cuento ya está escrito; de lo contrario no estaría en sus manos, querido lector, y usted no deslizaría su mirada por estas primeras líneas. Y, sin embargo, ahora mismo estoy escribiendo este cuento, mis dedos se desplazan con celeridad por el teclado. Haciendo un pequeño esfuerzo, ambos podríamos creer en la falacia de que lee estas líneas al mismo tiempo que las escribo; tal y como yo mismo hago, que escribo a la par que leo lo que escribo. Escribo estas palabras y leo “escribo estas palabras, y leo escribo estas palabras…”. Pero no nos perdamos en un bucle absurdo. Este no es de ese tipo de cuentos. Además, tal cosa no es posible. No pierda el tiempo tratando de imaginar un imposible, porque su ahora y mi ahora no son el mismo ni podrían serlo de ninguna manera. Tan ingenuo es creer que usted puede leer este cuento mientras yo lo escribo, como creer que yo podría escribirlo mientras usted lo lee. Lo que trato de decirle antes de acabar este párrafo, aunque quizá con excesivos rodeos, es que cuando usted empiece a leerlo, no sólo el cuento estará acabado desde hace mucho tiempo, también yo habré llegado al final de mi existencia. Ahora, no obstante, sólo ha llegado el momento de hacer un punto y aparte.