Libros (y películas) desde la memoria del olvido: ‘El conformista’, de Bernardo Bertolucci | Por Pedro Benengeli

El conformista, de Bernardo Bertolucci

La película está basada en una novela de 1951, del escritor italiano Alberto Moravia. En la novela, a su vez, la figura del profesor asesinado está basada en un intelectual italiano antes y durante la dictadura de Mussolini, Carlo Rosselli, el cual, por cierto, fue un «teórico del socialismo liberal no marxista». Era lógico, dados los tiempos que se vivían por entonces en la Unión Soviética y, especialmente, después del vergonzoso pacto entre Hitler y Stalin. Puede que nadie haya hecho tanto daño al pensamiento de Marx y Engels como aquel dirigente político de la URSS y su compinche ideológico, Lenin. Pero eso es harina de otro costal y no quisiera apartarme del tema.

Libros desde la memoria del olvido: Nada (Carmen Laforet) | Por Pedro Benengeli

Carmen Laforet, Nada

Cuántos de mi generación hemos vivido esas situaciones de enfrentamientos por naderías, gritos e insultos provocados por cualquier noticia en la TV a la hora de comer, discusiones bizantinas y broncas, al final, por el solo hecho de quedar por encima del otro, por cuestiones de ego. Nadie nos enseñó —sobre todo a los hombres— a manejar nuestro mundo emocional. Se suponía por entonces que eso se debía dejar en manos de las mujeres.
Y no es que no se presenten figuras femeninas desde una óptica negativa, como la tía Angustias (significativo nombre) o la “abuelita” que, a pesar de ser buena como el pan, no goza de la simpatía de la narradora protagonista hasta el punto que no recibe un nombre concreto, como si su existencia fuera insignificante. Andrea narra sus experiencias en primera persona —con la excepción de unas pocas páginas en forma “teatral” que hablan del pasado (p. 44-54)— y casi se podría pensar que autora y personaje literario son lo mismo, mejor dicho, que la autora expresa por boca del personaje principal su auténtica perspectiva o visión del mundo.

Cuento de terror de Pedro Benengeli

cuento de terror, pedro benengeli

Una paz muy alemana en un día de fiesta, sin apenas encuentros al cruzar por pueblecitos silenciosos de perfectas casas ordenadas, limpias aceras y cerrados comercios. Algo, sin embargo, había en el ambiente que no resultaba normal, una sensación de inquietud que no casaba con aquella calma ni con el precioso día primaveral que habían escogido para la excursión. Algo amenazador que se reflejaba, hasta con dulzura, en las nubes de aquel cielo velazqueño.

Luto (un texto filosófico de Pedro Benengeli)

Texto filosófico de Pedro Benengeli

Nunca creí que se le pudiera hacer duelo a un coche. Y sin embargo, cuando esos dos árabes (padre e hijo) se lo llevaron después de darme algunos billetes verdes, me quedé sorprendido, casi indiferente, pero sentí que me iba invadiendo un vacío indefinible, una especie de dolor que pugnaba por hacerse paso a través de mi impasibilidad

In Memoriam (por Pedro Benengeli)

In Memoriam

No me permitiste siquiera enseñarte mi mundo, mostrarte el lado bueno y malo de la libertad, hablar de horizontes, cenar en paz y concordia con un balcón abierto a la noche de verano. Por poco la muerte, celosa, impidió que nos reencontráramos acompañados de tu mujer y de tus hijos, para reconciliarnos frente al mundo y prepararnos en plenitud para lo inevitable. Me volviste a engañar, Julio.

Relato literario de Pedro Benengeli: Creta

creta, cuento

Pedro Benengeli nos ofrece un cuento literario narrado a su vez por dos personajes que conversan sentados frente a una chimenea. La historia narra las vicisitudes de uno de los personajes con una pareja de griegos que, cosas del destino, habían recalado en Extremadura, España.

El relato va intercalando dos momentos narrativos: el de los personajes que conversan entre sí y los sucesos que uno de ellos vivió con la citada pareja de griegos años atrás.

CRETA, una historia corta de Pedro Benengeli

Conocí una pareja de griegos en España.

Julio y yo estábamos sentados frente a la chimenea, en la que crepitaba un fuego amable, rodeados apenas por la luz mortecina de algunas velas. Fuera se extendía la noche invernal sobre el valle, con el ladrido de algunos perros en la lejanía. Mi amigo escuchaba resignado. A esas horas ya habíamos libado bastante, y nuestros sentidos estaban sobreexcitados por el exceso de alcohol. Encendí un cigarrillo y continué mi relato.

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