
Naguib Mahfuz y El Cairo estaban destinados a entenderse, a fundirse, a dar a la Humanidad y al mundo entero un mensaje común, un mensaje que conjuntamente crean y que conjuntamente mantienen, porque creen en él. Quizá por ello, El Cairo es menos sin Naguib Mahfuz y Naguib Mahfuz es menos sin El Cairo. Los dos son definitivamente ellos, una unidad, una totalidad plena. Por ello este hombre ha sabido ver, comprender, interpretar, penetrar, sentir y amar a la ciudad por entero, en cada uno de sus detalles, rasgos, secretos, enigmas, insinuaciones, gestos.
No se puede conocer plenamente al uno sin conocer al otro. Si su unión es perfecta y hermosa es porque es entrañable, al tiempo carnal y espiritual. Constituye el caso infrecuente de dos seres surgidos para encontrarse y para fundirse, en cópula neta e intacta, totalmente sincera y mutuamente entregada. Por eso han estado unidos y seguirán estándolo. Todos los vencejos que cruzan y pueblan los cielos de El Cairo, desde Fustat hasta Zamalek, desde Roda hasta la Ciudadela, desde Sayyeda Zenab hasta Ben el-Qasrén, cantarán siempre el nombre de Naguib Mahfuz, y Naguib Mahfuz irá con ellos en su vuelo eterno y final. Volando hasta un lugar más profundo y extenso que el firmamento. Hasta la entraña de la tierra de tu país, de Egipto. Todos los pájaros aprenderán el camino que tú les enseñarás.
Pedro Martínez Montávez