Mi niño Dios | Un relato de Rafael Garcés Robles
A partir de cada primero de diciembre, los niños mirábamos en las noches hacia el cielo para buscar estrellas fugaces que representaban a los ángeles bajando a la tierra para llevar nuestras cartas de peticiones al Niño Dios. Las cartas al Niño Dios las escribíamos a escondidas, en , y a nadie podíamos siquiera comentarle las peticiones hechas. La misiva era escondida debajo del colchón, y todas las mañanitas lo primero que hacíamos era mirar si el ángel ya la hubiese llevado.