
Cuento de Ray Bradbury: La última noche del mundo
¿Qué harías si supieras que esta es la última noche del mundo?
–¿Qué haría? ¿Lo dices en serio?
–Sí, en serio.
Corrección de estilo, historias cortas, cuentos, poemas, entrevistas literarias…
No podría ser posible que uno de los grandes autores de la ciencia ficción como Ray Bradbury (1920-2012) no afrontara en alguno de sus cuentos el tema del viaje en el tiempo. El relato en cuestión, “El ruido de un trueno”, publicado por primera vez en la revista Collier’s en 1952, está ambientado en el año … Sigue leyendo
¿Qué harías si supieras que esta es la última noche del mundo?
–¿Qué haría? ¿Lo dices en serio?
–Sí, en serio.
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Fotografía: Francisco Rodríguez Criado |
¿Sabe usted cómo escribo yo mis cuentos? –le dijo Chéjov a Korolenko, el periodista y narrador radical, cuando acababan de conocerse–. Así. –Echó una ojeada a la mesa –cuenta Korolenko–. tomó el primer objeto que encontró, que resultó ser un cenicero, y poniéndomelo delante dijo: «Si usted, quiere mañana tendrá un cuento. Se llamará “El cenicero”. Y en aquel mismo instante le pareció a Korolenko que aquel cenicero estaba experimentando una transformación mágica: Ciertas situaciones indefinidas, aventuras que aún no habían hallado una forma concreta, estaban empezando a cristalizar en torno al cenicero.
Ray Bradbury
“Deberíamos enseñar a escribir y leer desde el parvulario hasta el primer grado, de tal modo que cuando el chico llegara a los ocho años ya supiera saber leer y escribir correctamente. No se puede enseñar por ordenador. Algunos dicen que sí, pero yo pienso que no se puede. Si la televisión, Internet, el ordenador, llegan más tarde a las vidas de los chicos, habrá una generación sólida y fuerte. Esto depende de los maestros, como de los padres depende controlar que se lleve adelante ese proceso. Estamos creando una generación de chicos estúpidos. Y esta situación no puede solucionarla el ordenador personal, Internet o la televisión; esto sólo puede cambiarlo un aula con lectura y escritura intensas”.
R.B.
Presento como independiente -así lo he hecho en otras ocasiones- un texto que en realidad es el capítulo primero de una novela de Ray Bradbury, El vino del estío. Es una especie de pórtico-resumen en el que el protagonista, en primera persona, como “director de una orquesta” va presentando el pueblo y algunos de los personajes del verano, de aquella “ estación maravillosa”, que va a contar. Porque de eso se trata: una crónica de todo un verano visto a través de los ojos de un muchacho de doce años, llamado Douglas Spaulding, en un apacible pueblo del estado de Illinois antes de la Gran Depresión de 1929. Cada día se convertirá en una maravillosa aventura de personajes fabulosos y de continuos portentos en la que lo fantástico y lo cotidiano se dan la mano en un fresco sentimental sobre la infancia, el verano, el tiempo que se va y los descubrimientos que llegan antes de la adolescencia, antes del amor, antes de todo. La poética, vibrante y evocadora prosa de Bradbury ha sabido enmarcar en un halo de fantasía la –en palabras de Rilke- verdadera patria feliz del hombre que es la infancia.
Miguel Díez R.
“En tres prodigiosos meses de 1928, Douglas Spaulding observa, escucha y saborea las sorpresas rituales de un verano especial: el descubrimiento de la vida y la muerte, el último tranvía, la limpieza de las alfombras, la aparición de las hamacas en los porches, la cosecha del vino del estío… pero también máquinas extraordinarias y magia misteriosa: la Máquina de la Felicidad, que casi destruye la felicidad de su inventor: la Máquina Verde, que pasea a dos viejas señoras por las calles del pueblo; la Máquina del Tiempo en el cuerpo de un viejo coronel; la terrible y fabulosa Madame Tarot… Lo fantástico y lo cotidiano se dan la mano en esta deliciosa crónica de un verano visto a través de los ojos de un muchacho de doce años”.