Microrrelato de Ernesto Bustos Garrido: La caricia profunda

En la semi penunbra del cine, primero me rozaron unos brazos desnudos. Hubo un chisporroteo y surgió desde su piel un sonido a transmisión eléctrica. Eso me paralizó. A ambos, creo yo, se nos erizaron los vellos de los brazos. De inmediato hubo un tímido contacto de muslos; después ella alcanzó una de mis manos, la acercó a su seno redondo y lleno, y la apretó decidida.