Romanticismo y mugre

Hay un tipo de películas poco exigentes que, al tener como destinatario a un público muy concreto (a su vez poco exigente), carecen de sentido al margen de ese público. Es el caso de Adán y Eva (Ella siempre decía no), de Jeff Kanew, estrenada en 2005, un filme intrascendente y de corto recorrido que supone la enésima gamberrada universitaria destinada a universitarios gamberros (o a aquellos que no lo son pero les gustaría serlo durante un rato). El argumento, trufado con cierto aliento de romanticismo a la americana, gira alrededor de una pareja de jóvenes estudiantes, Adán y Eva, que viven una paradisíaca historia de amor hasta que el árbol, la serpiente y la dichosa manzana bíblica (es una manera de hablar) siembran la semilla de la discordia. Ambos están enamorados el uno del otro, pero la relación se comba ante un problema que se dilata con el paso del tiempo: ella es virgen (a mucha honra) mientras él, para mofa de sus amigos, se desespera (a mucha deshonra). En fin, el chico y la chica hacen manitas pero cuando llega la hora de la verdad, ella siempre dice no (de ahí el subtítulo).