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Ryunosuke Akutagawa, rodeado de los suyos. Fuente de la imagen
Akutagawa es uno de los autores más problemáticos, inquietantes y discutidos del siglo XX, no sólo muy conocido en Japón, sino también en Occidente. Escribió más de cien relatos, además de ensayos críticos, crónicas de viajes y páginas de diario, mediante las cuales es posible reconstruir su compleja personalidad, tanto de hombre como de escritor. En su último año de universidad publicó su cuento más célebre, Rashomon (1915). Su frágil salud y sus nervios se resintieron muy pronto y comenzó a padecer crisis nerviosas, angustia y alucinaciones visuales y a atormentarse con el fantasma de la locura; desde ese momento su escritura adquirió un tono más desesperanzado e irónico, aunque sin abandonar los imperativos de claridad y lucidez que se había impuesto desde el principio; como escribió Borges, «la extravagancia y el horror están en sus páginas, pero no en el estilo, que siempre es límpido». Antes de suicidarse, a los 35 años de edad, dejó, a modo de explicación, una carta a un amigo titulada Apuntes para un viejo amigo, que termina con estas palabras: «Nosotros los humanos, siendo animales humanos, tenemos un miedo animal a la muerte, la así llamada vitalidad no es otra cosa que fuerza animal. Yo mismo soy uno de esos animales humanos. Mi sistema parece gradualmente haberse liberado de esa fuerza animal, teniendo en cuenta el poco interés que me queda por el alimento y las mujeres. El mundo en el que estoy ahora es uno de enfermedades nerviosas, lúcido y frío. La muerte voluntaria debe darnos paz, si no felicidad. Ahora que estoy listo, aunque suene paradójico, encuentro la naturaleza más hermosa que nunca. Yo he visto y entendido más que otros y, en esto tengo cierto grado de satisfacción, a pesar de todo el dolor que hasta aquí he soportado.»
M.D.R.