Cuento corto de Saki: Los lobos de Cernogratz

Saki es el seudónimo del escritor de origen escocés Hector Hugh Munro (18 de diciembre de 1870 -14 de noviembre de 1916). Empleó este alias por nostalgia o quizás afectación. Ambas actitudes las llevaba en su personalidad y las dejó patentes en sus cuentos y relatos. Nació en el puerto de Akyab en la antigua Birmania. Su padre, con raíces en Escocia, era el inspector general de la policía birmana. A los dos años el pequeño Hugh quedó huérfano. Su madre, Mary Frances Mercer, murió en 1872, corneada por una vaca. Este incidente lo marca e influirá posteriormente en su escritura.

Al quedar huérfano, solo y en país extranjero, el padre decide enviarlo a Londres y lo coloca bajo el cuidado de dos tías solteronas e insoportables. Las mujeronas lo maltrataban y porfiaban por inculcarle los modos de la época y además la cuestión religiosa. Esos años en Piltin, Devonshare, son para olvidar.

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Cuento de Hector Hugh Munro (Saki): Tobermory

La ansiosa atención de todos se concentraba en la personalidad negativamente hogareña del señor Cornelius Appin. De todos los huéspedes de lady Blemley era el que había llegado con una reputación más vaga. Alguien había dicho que era «inteligente», y había recibido su invitación con la moderada expectativa, de parte de su anfitriona, de que por lo menos alguna porción de su inteligencia contribuyera al entretenimiento general. No había podido descubrir hasta la hora del té en qué dirección, si la había, apuntaba su inteligencia. No se destacaba por su ingenio ni por saber jugar al croquet; tampoco poseía un poder hipnótico ni sabía organizar representaciones de aficionados. Tampoco sugería su aspecto exterior esa clase de hombres a los que las mujeres están dispuestas a perdonar un grado considerable de deficiencia mental.

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Los mejores 1001 cuentos literarios de la Historia: «Sredni Vashtar», de Saki

Saki, seudónimo del escritor inglés Hector Hugh Munro (1870-1916). Fuente de la imagen

 

Tanscribo un párrafo de «La ilusión de creer», título del primer capítulo de La vida eterna (Ariel, 2007), de Fernando Savater. En este ensayo sobre las religiones, el autor vasco apuntala sus tesis, como suele ser habitual en él, apoyándose en referencias literarias. En este caso el cuento de Saki, «Sredni Vashtar», le sirve a Savater para ilustrar el deseo de venganza que, en su opinión, pueden colmar las religiones.
En 1940 Adolfo Bioy Casares hizo la primera traducción al castellano de «Sredni Vashtar». El cuento fue publicado en junio de ese mismo año en la revista Sur, y poco después fue incluido en la hoy famosa Antología de la literatura fantástica, compilada por Borges, Silvina Ocampo y el propio Bioy Casares.

«Entre los deseos más acendrados que las religiones pueden colmar yo señalaría por ejemplo el de la venganza. La derrota y castigo de los enemigos, la humillación final de los malvados en apariencia triunfadores es un móvil piadoso que estimula sin duda muchas devociones. Su paradigma literario pudiera ser Sredni Vashtar, el espléndido y terrible cuento de Saki en el que un niño huérfano encuentra el dios adecuado para purgar su resentimiento contra quien abusa de su debilidad. Pero no basta con que se haga justicia a quien nos ofende: buscamos además otra forma de amparo. Y así llegamos a la cuestión esencial, la conciencia irremediable de nuestra mortalidad».

Fernando Savater, La vida eterna, Ariel 2007, pág. 40

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