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El Diario Down: El bálsamo de las palabras
Los días siguientes al nacimiento de Francisco los recuerdo como una pesadilla, como si yo fuera un personaje de cuento de Horacio Quiroga inmerso en la selva de la adversidad, presa de un entorno endiablado que conspiraba contra mí.
Pasaba los días entre el hospital, el supermercado y la farmacia, y el poco rato libre de que disponía para dormir lo empleaba tratando de buscar un lugar de acogida provisional para la fogosa Betty (40 kilos de cruce de mastín y labrador), a quien no podemos dejar sola en casa por la noche porque sufre ansiedad por separación (en esta vida todos sufrimos algún tipo de síndrome, querido mío).