BRILLANTE SILENCIO
(cuento)
Spencer Holst (Estados Unidos, 1926-2001)
Dos osos kodiak de Alaska formaban parte de un pequeño circo en que la pareja aparecía todas las noches en un desfile empujando un carro cubierto. A los dos les enseñaron a dar saltos mortales y volteretas, a sostenerse sobre sus cabezas y a danzar sobre sus patas traseras, garra con garra y al mismo compás. Bajo la luz de los focos, los osos bailarines, macho y hembra, fueron pronto los favoritos del público.
El circo se dirigió luego al sur, en una gira desde Canadá hasta California y, bajando por Méjico y atravesando Panamá, entraron en Sudamérica y recorrieron los Andes a lo largo de Chile, hasta alcanzar las islas más meridionales de la Tierra de Fuego. Allí, un jaguar se lanzó sobre el malabarista y, después, destrozó mortalmente al domador. Los conmocionados espectadores huyeron en desbandada, consternados y horrorizados. En medio de la confusión, los osos escaparon. Sin domador, vagaron a sus anchas, adentrándose en la soledad de los espesos bosques y entre los violentos vientos de las islas subantárticas. Totalmente apartados de la gente, en una remota isla deshabitada y en un clima que ellos encontraron ideal, los osos se aparearon, crecieron, se multiplicaron y, después de varias generaciones, poblaron toda la isla. Y aún más, pues los descendientes de los dos primeros osos se trasladaron a media docena de islas contiguas. Setenta años después, cuando finalmente los científicos los encontraron y los estudiaron con entusiasmo, descubrieron que todos ellos, unánimemente, realizaban espléndidos números circenses.