El Diario Down: Mi padre y la tecnología
Miembro de una familia de felices y sufridos comerciantes, mi padre enfocó siempre su profesión de un modo calvinista. “Trabajo, trabajo y trabajo”, ese era su lema (que aderezaba con su pasión por el fútbol). Puede decirse de él, sin posibilidad de error, que es un hombre hecho a sí mismo. En los años 40 del pasado siglo empezó a vender pescado con mi abuelo José en el mercado de Cáceres, oficio al que nunca renunció. Tenía doce años cuando se puso el mandil y comenzó a vivir de lo que rendía su trabajo (algo que tantas veces nos ha repetido a sus descendientes, sobre todo a su díscolo hijo…). Su objetivo en la vida, ser el mejor vendedor, lo cumplió con creces. O al menos ha sido el mejor vendedor que he conocido.