«Ronaldo, como buen portugués, reivindica una tristeza de fado, que es una tristeza teatralizada, algo artificial, bien cantada pero poco creíble. La nuestra, sin embargo, no brota del corazón de artista sino del corazón de quien no llega a final de mes. Nuestra tristeza es una tristeza hermosa, de mudo terciopelo, frágil, es una tristeza niña, no buscada, ni heredada ni cantada. La sufrimos casi en silencio, rodeado de los nuestros o en solitario, mientras hacemos números, soñamos panes en la cola del paro o auscultamos la bombilla desnuda del techo a la vez que añoramos funerales mejores».