Microrrelato de Victoria Pelayo: El regalo de boda

 

EL REGALO DE BODA
Victoria Pelayo
(microrrelato)

Hacía tres meses de la boda y la casa relucía divina con los muebles traídos de las tiendas más selectas de Madrid, lámparas de diseño, alfombras en las que te hundías, chester de piel, radiadores que parecían esculturas de hierro, cajones que se cerraban solos, en fin, estaban orgullosos y satisfechos de su casa recién estrenada. Después de volver de la luna de miel, habían tomado la costumbre de invitar cada fin de semana a un grupo de amigos o familiares a cenar. Cada invitación superaba a la anterior: el menú resultaba más exquisito, la cristalería escogida lucía más, el vino tenía más cuerpo, los invitados cada vez estaban más y más a gusto, la sobremesa se prolongaba más…

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Fascinado por el movimiento que mecía el húmedo lecho que tenía a los pies, olvidó durante unos instantes preciosos la pérdida de altura. Desprenderse del ala en el aire fue fácil y cuando entró en el agua ya se había desabrochado la cremallera del mono hasta la cintura, dentro terminó de bajarla y aflojarse las correas del arnés. A medida que se hundía la luz se iba difuminando y antes de quedar en completa oscuridad, pudo ver flotando a su alrededor la enorme tela blanca. Seguía sin comprender por qué se hundía a tanta velocidad.

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Vine, Martín, y no estás. Me he sentado en el peldaño de tu casa, recargada en tu puerta y pienso que en algún lugar de la ciudad, por una onda que cruza el aire, debes intuir que aquí estoy. Es este tu pedacito de jardín; tu mimosa se inclina hacia afuera y los niños al pasar le arranzan las ramas más accesibles… En la tierra, sembradas alrededor del muro, muy rectilíneas y serias veo unas flores que tienen hojas como espadas. Son azul marino, parecen soldados. Son muy graves, muy honestas. Tú también eres un soldado. Marchas por la vida, uno, dos, uno, dos…