
LAS ENTREVISTAS DE NARRATIVA BREVE
Eva María Medina
Relojes muertos (Playa de Ákaba, 2015)
Por Francisco Rodríguez Criado
Eva María Medina (Madrid, 1971), licenciada en filología inglesa, se ha prodigado en la escritura de narraciones cortas, algunas de las cuales han sido premiadas en certámenes literarios. Habitual colaboradora en revistas españolas y latinoamericanas (Letralia, OtroLunes, Cinosargo, Almiar…), acaba de publicar en la editorial Playa de Ákaba su primera novela: Relojes muertos.
Charlamos con ella para conocer algunos detalles sobre la concepción y la publicación de Relojes muertos en la editorial que dirigen Lorenzo Silva y Noemí Trujillo.
Francisco Rodríguez Criado: Relojes muertos es una novela intensa, volcada en el estudio psicológico de personajes intempestivos, algo así –creo yo– como un ensayo narrativo sobre los oscuros recovecos de la psiquis. La novela nos permite asomarnos desde un balcón cercano a los mundos interiores, tormentosos, de personajes rayanos en la locura. Me gustaría saber de dónde procede tu interés por la locura (al menos como tema literario), y en qué te has apoyado a la hora de retratar psicológicamente a los personajes del libro.
Eva María Medina: Que consideres mi novela como un ensayo narrativo sobre los oscuros recovecos de la psiquis, me halaga. No recuerdo dónde leí que los temas, las historias eligen al autor, y no al contrario. En la escritura el inconsciente juega un papel relevante, llevándonos por caminos que nunca pensaríamos que transitaríamos. A mí este tema siempre me había interesado, muchos de mis relatos —como «Tan frágil como una hormiga seca» y «Ser el otro»— comparten esta misma obsesión.
Me preocupa esa línea tan fina que existe entre cordura y locura, lo fácil que es traspasarla y verse al otro lado. Me inquieta el sufrimiento de los enfermos mentales, el rechazo social, lo difícil que es la convivencia con ellos, el ostracismo al que la propia enfermedad y la sociedad los retrae, la frustración del que quiere ayudar y no sabe cómo… Quería ponerme en la piel de un esquizofrénico, hacerme las preguntas desde dentro del personaje, y contestarlas, o intentar hacerlo, dejando puertas abiertas para que el lector libremente las cruzase.
Para conseguir meterme en la piel del personaje principal, y de algunos secundarios, para crear personajes verosímiles, tuve que documentarme sobre las enfermedades mentales, en especial la esquizofrenia. Me fueron de gran ayuda ensayos como Sobre la locura de Fernando Colina o Genio artístico y locura. Strindberg y Van Gogh de Karl Jaspers, donde su autor desarrolla un estudio comparativo de las trayectorias vitales y artísticas de Strindberg, Swedenborg, Hölderlin y Van Gogh, incluyendo una indagación estricta sobre las relaciones entre locura y creatividad artística. Sin embargo, fueron los libros de ficción que abordaban este tema los que más me influyeron. Grandes novelas como El atestado de J.M.G. Le Clézio, Mi alma en China de Anna Kavan, Huida a las tinieblas de Arthur Schnitzler, Sophia de Colin Thubron, Delirio de David Grossman, Inferno de August Strindberg, Alguien voló sobre el nido del cuco de Ken Kesey, Delirio de Laura Restrepo, y Tierra de David Vann.
Estas y otras lecturas me acercaron al problema subrayándome aspectos de su psique comunes en estos enfermos: sus alucinaciones (sobre todo auditivas), el desdoblamiento que pueden llegar a sufrir, su relación directa con un ser superior, que suele ser Dios, llegando incluso a sentir a ese ser superior dentro de ellos («Una especie de religión se ha creado en mi interior», nos cuenta el narrador protagonista de Inferno de Strindberg). Alteraciones en la percepción: objetos que se trasforman y les hablan, «una farola canta» en Inferno; «el blanco, al moverse, se animaliza. El negro se negrifica» percibe Adam, el personaje principal de El atestado de Le Clézio, el cual también escucha «el murmullo de una caída vecina de motas de polvo, en alguna parte debajo de un mueble.» Se creen víctimas viviendo un destino prefijado; carteles, señales, anuncios o sueños predicen su destino. Reciben malos o buenos augurios. A veces se sienten dirigidos por otra persona. El loco, al igual que el alcohólico, tiene momentos de una afinada cordura, pero también sufre embotamiento. Manía persecutoria, vértigo, mareos, angustia, insomnio, obsesiones, miedos, premoniciones, ansiedad, ira, tendencia a discutir, violencia y desinhibición (se impone el inconsciente, rompiéndose el encorsetamiento civilizatorio) suelen formar parte de su vida.
El psiquiatra y ensayista Fernando Colina en su libro Sobre la locura nos explica:
«En su polo esquizofrénico, en cambio, es el temor al contacto con el otro, vivido como invasor y maléfico, lo que le arrastra a la soledad pasiva y al desinterés por el mundo. Pero también el esquizofrénico puede reaccionar en sentido contrario, cuando a veces se agita y se disocia en una vertiginosa movilidad que no encuentra motivación.»
F.R.C.: El estilo de Relojes muertos es antirretórico, ajeno a las filigranas lingüísticas y la artificiosidad del lenguaje. Esa apuesta tuya por la frase sencilla y certera (“La cafetera silbó. Llené mi taza roja. Mientras se enfriaba, recordé el momento en que Ángela sugirió que viviésemos juntos. Me bebí el café”) consigue generar atmósferas densas a la vez que cotidianas. La normalidad, paradójicamente, se refleja una y otra vez en la novela, pese a la anormalidad de sus personajes. ¿Crees que todos tenemos cierta dosis de locura que puede explotar en cualquier momento, o por el contrario existen dos bandos bien definidos: por un lado los locos y por otro, los cuerdos?
E.M.M.: Quizá la línea que separa cordura y locura no esté tan bien delimitada, y haya ciertas filtraciones. El loco tiene momentos de una afinada cordura. El cuerdo, cuando recibe noticias como la muerte de un ser querido, le detectan cáncer, o su pareja le abandona, empieza a vivir en un espacio y un tiempo paralelo. La locura no está muy lejos. Todo parece irreal, se siente como un personaje de ficción desdibujado, con ese decorado tan artificioso…
F.R.C.: El poeta Leopoldo María Panero era asiduo de los hospitales psiquiátricos. No en vano, falleció en uno de ellos. Parece ser que en una de las últimas conversaciones que mantuvo con sus editores, Antonio Huerga y Charo Fierro, confesó de manera lapidaria: “Yo en la vida siempre he vivido en el infierno”. Los personajes de Relojes muertos también parecen consumirse en “un infierno en vida”. De cara a la ficción, ¿te interesan más los perdedores, los locos, los que viven en el infierno existencial, que aquellos para quienes la vida es presuntamente algo agradable?
E.M.M.: Me interesan los perdedores, los que viven en el infierno existencial, porque son las personas que más sufren, y el sufrimiento humano es el tema que más me interesa abordar en una obra de ficción.

F.R.C.: Muchos escritores argumentan que escribir es una forma de terapia, una ocupación que les permite rehuir la consulta del psicólogo. ¿Exageran? ¿Crees que escribir sirve realmente para combatir nuestros fantasmas o esa afirmación es solo una pose de escritor?
E.M.M.: Creo que escribir sirve para combatir nuestros fantasmas, pero estos fantasmas no pueden apoderarse de nuestros proyectos. Cuando trabajas una obra de ficción no deben filtrarse pensamientos ni ideas que te preocupen a ti, pero que nada tengan que ver con la historia que estás escribiendo. Hay que evitar que tu proyecto creativo se vea contaminado por tus opiniones, si estas se apartan de la trama. Hay que podar estas intrusiones tan comunes en el escritor novel.
F.R.C.: Reproduzco un breve fragmento de Relojes muertos: “Mientras metía setenta euros en la caja y sellaba el recibo, me vino a la mente la imagen del exrecluso: de rodillas, pidiendo su encarcelación. Como si todo diese un giro y fuera difícil distinguir lo normal de lo anormal”.
Confieso que, leyendo el libro, yo también he gravitado alrededor de una delgada línea que delimita lo normal de lo anormal, lo real de lo onírico, la vigilia del sueño. ¿Has sentido desasosiego mientras describía pasajes de vidas tan poco luminosas o has conseguido mantener cierta distancia emocional respecto a tu obra?
E.M.M.: Me causó cierto desasosiego escribir algunas escenas de la novela, sobre todo los últimos capítulos donde el delirio de Gonzalo es cada vez mayor. Creo que es algo inevitable.
F.R.C.: ¿Por qué elegiste el título Relojes muertos? Parece invocar algún tipo de mensaje oculto (o no tan oculto).
E.M.M.: El título surgió de una escena que luego solo insinué. Escena en la que Herminia le cuenta al protagonista que durante su última visita a su hijo al psiquiátrico, el pobre, tan preocupado por arreglar el reloj que heredó de su padre —intentándole dar cuerda para que funcionase—, cuando el mecanismo de su mente estaba mucho más averiado. Esa escena fue una especie de revelación que alumbró el título.
Este título, Relojes muertos, está estrechamente relacionado con la temática principal del libro, la locura. Los locos son esos relojes que ya no funcionan aunque les demos cuerda. Además, genera un campo semántico amplio en la novela —como la historia del viejo que habla al reloj de pared, los cuentos que el protagonista se inventa, una pesadilla sobre una redada de relojes…— que ayuda a crear esa idea de universo cerrado.
F.R.C.: Juan Manuel de Prada cuenta en el prólogo que os conocisteis en un curso de literatura que impartió en Santander. ¿Qué opinión tienes de estos cursos en particular y del de Juan Manuel de Prada en particular?
E.M.M.: Desde que realicé mi primer curso de verano en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo de Santander, hace ya más de diez años, no he dejado de asistir a ellos. Son cursos muy interesantes, que aúnan un entorno exquisito —el Palacio de la Magdalena, situado en la península del mismo nombre, frente a la isla de Mouro— con unos ponentes y asistentes ejemplares.
Recuerdo con especial cariño el curso Magistral de Ángel Gabilondo: «El pensamiento y la escritura: lecciones de una relación», «De la realidad al delirio y viceversa» de Laura Restrepo, «El taller de novela sin ficción» de Santiago Roncagliolo, y el Seminario «Literatura y locura: los límites habitables» de Raúl Gómez. Pero el curso más completo fue el que impartió Juan Manuel de Prada. En «Las máscaras del escritor: catorce lecciones sobre los secretos del oficio literario», Juan Manuel, a través de su experiencia personal como escritor, hizo una reflexión sobre la vocación literaria, sobre el arte de narrar, sobre el aprendizaje de las técnicas de escritura, y sobre los diversos géneros que ha cultivado. Sus clases me enseñaron mucho sobre el oficio, sobre todo en lo concerniente a la parte íntima del escritor. Fue el mejor curso de la UIMP.
F.R.C.: Después de escribir numerosos cuentos, acabas de publicar tu primera novela y preparas la segunda. A la hora de la creación, ¿notas diferencias sensibles entre ambos géneros? ¿En cuál te sientes más cómoda?
E.M.M.: Quizá me fue más fácil comenzar a escribir relatos por ser un género más breve, para ir adquiriendo un dominio mayor del material narrativo (el ritmo, la construcción de escenas, caracterización de personajes, la atmósfera, el tono…), pero no se pueden obviar las diferencias entre estos dos géneros literarios. Mientras que el cuento actúa por condensación, la novela procede por acumulación. El rasgo principal del relato es la intensidad. La novela acepta digresiones y estas pueden ser su sustancia. Una novela admite la creación de atmósferas muy diversas, no así el cuento que debe tener su propia atmósfera.
Yo me siento más cómoda escribiendo novelas, aunque estas sean cortas.
F.R.C.: ¿Podrías contarnos algo sobre la editorial Playa de Ákaba? ¿Cuál fue el proceso desde que escribiste la novela hasta que encontrase un editor para ella?
E.M.M.: Llamé a muchas puertas, sin conseguir ningún resultado. Entonces, Lorenzo Silva y Noemí Trujillo lanzaron una nueva editorial, Playa de Ákaba. Envié el manuscrito a la editorial y, después de un año, cuando ya había aceptado que Relojes muertos no se publicaría, Noemí Trujillo se puso en contacto conmigo comunicándome que mi novela era una gran novela y quería publicarla.
Playa de Ákaba nace en 2012 y trata de responder a esa demanda de creación literaria de calidad, que merece ser rescatada y reconocida. Apuestan por el papel y por las modernas técnicas digitales, por los autores conocidos y por los desconocidos, por la narrativa, la poesía, y la literatura infantil y juvenil. Esta pequeña editorial trabaja un proyecto intermedio en el que se conjugan impresión bajo demanda, distribución en librerías, y venta de Ebooks.
F.R.C.: Narrativa Breve suele pedir a los autores entrevistados que recomienden un cuento y un poema. ¿Cuáles serían tus sugerencias?
E.M.M.: Aunque seguramente no seré justa en mi elección, dada la dificultad que entraña elegir solo un cuento y un poema, recomiendo «Conservación», magnífico relato de Raymond Carver, y «Elegía a Ramón Sijé» de Miguel Hernández.
Ficha técnica de Relojes muertos
Autor: Eva María Medina
Prólogo: Juan Manuel de Prada
Portada: Enerio Polanco
Composicion digital: Pablo Barrio
Páginas: 165
ISBN: 978-84-16216-25-3
Depósito legal: M-27499-2014
ISBN ePUB: 978-84-16216-26-0
P.V.P.: 15.00€
P.V.P. Ebook: 1.99€
Temática: Narrativa
Colección: Colección Lawrence